Sunday, March 23, 2008

Una tarde en Oaxaca

Por razones externas a mi voluntad tuve que pasar una tarde entera en la ciudad de Oaxaca mientras esperaba mi camión para volver a la desastrosa ciudad de México. Tenía que esperar durante siete horas sin dinero, con una maleta que no me pertenecía pero que sin embargo no podía simplemente dejar olvidada y con una enorme angustia. Al salir de la estación de autobuses, después de haber hecho el cálculo de las horas que me restaban por matar, me entró el pánico: no tenía mucho dinero, la batería del i-pod no era suficiente como para sobrevivir a esas 7 horas de espera y, lo peor de todo, no llevaba conmigo ningún libro ni la libreta que siempre me acompaña a donde sea que vaya. Esta vez no me había preparado bien para el viaje, y me sentía angustiada y desesperada ante la situación. Me puse mis lentes de sol y emprendí el camino hacia alguna librería que me sacara de aquella situación tan inquietante.

Debo mencionar que aunque era jueves, todo estaba cerrado: era Semana Santa. Así que ahí iba yo con la maldita maleta de ruedas, mi mochila llena a reventar, preguntando a cada persona que veía si conocía alguna librería, y no cualquier librería, alguna que estuviera abierta. Por supuesto la gente me miraba con cierto desconcierto al ver a una turista preguntando desesperadamente por una librería… uno pregunta por hoteles, restaurantes, sitios turísticos, no por librerías.

Me mandaron a Trillas, que no es lo que más me gusta pero pensé que algo rescatable encontraría… cerrado. En mi camino hacia no where, sin ninguna dirección en particular, sólo iba todo derecho para no perder mi camino de vuelta a la estación, encontré una biblioteca CON librería… Cerradas. Al ver que estaba muy cerca del fracaso y que no encontraría ninguna librería en ese día “santo”, pensé: “Bueno, si no puedo conseguir algo decente que leer, porque me niego a leer la Eres o Vanidades -que eran mis únicas opciones-, voy a comprar una libreta de diez varos y una pluma y voy a escribir”… error. La papelería que había visto abierta al inicio de mi recorrido por las calles solitarias de Oaxaca estaba obviamente cerrada para cuando tomé la decisión y di media vuelta en busca de alguna salvación, había desaparecido por completo. Así que, decepcionada, angustiada y un tanto perdida, me senté a comer en un pequeño restaurante donde sólo había un comensal bebiendo cerveza mientras veía algún partido de futbol. Después de comer, al ser los únicos dos clientes del lugar, el susodicho hizo la pregunta usual “¿De dónde viene?” (Nótese la señal de respeto, muy agradecida estoy, por cierto). Y lo primero que yo le pregunté fue si conocía alguna librería abierta. “Sí, la Librería de Crystal”, a lo que yo respondí: “¿Pero está seguro de que está abierta?”, “Sí, se lo digo porque yo trabajé ahí.” Con nueva esperanza, le agradecí a mi salvador y partí en busca del lugar que me libraría de la locura que para ese momento era casi inminente.

Con nueva energía después de haberme alimentado y nuevas esperanzas, caminé de nuevo siguiendo las instrucciones para llegar, y en menos de lo que pensé, llegué al paraíso buscado: ¡abierto! Muy amablemente dejé la maldita maleta y mi mochila sobrecargada en la entrada sabiendo que había encontrado la salvación y que a partir de ese instante sólo importaba encontrar algo bueno que leer, y nada más. Recorriendo los estantes mis ojos se detuvieron ante el nombre de Paul Auster. No me era totalmente desconocido, ya había leído una novela suya, y entre la selección se encontraba El país de las últimas cosas que nunca había hallado en otras librerías, y siempre me negaba a leerlo traducido sabiendo que lo puedo hacer en original, pero dadas las circunstancias tomé el volumen sin pensarlo dos veces. Tenía aún mucho tiempo por delante, cinco horas cuando menos, así que decidí elegir otro por si terminaba a Auster antes de subir al camión, tomando en cuenta que a partir del momento en que me sentara sólo iba a leer. Así que elegí El libro dorado de Doris oradora sel momento quir al camindo que lo puedo hacer en origianl, escribir"da persona que veLessing como back up. Al momento de pagar, el dinero ya no importaba, no iba a sabotearme sola pensando en que era muy caro. Ahora todo lo que importaba era empezar a leer, así que caminé de nuevo hacia la estación de autobuses, me instalé en la primera cafetería que vi y comencé a leer. Ya nada importaba, sólo la historia de Anna Blume tratando de sobrevivir al infierno en el que vivía (la papelería a la que quise volver había desaparecido como todo en aquella ciudad de las últimas cosas), algo mucho peor que sólo matar el tiempo antes de tomar un autobús. Gracias a ella logré sobrevivir a esas horas que podían haberse tornado en locura.

No maté el tiempo, él me hubiera matado a mí de no ser por aquel desconocido que me salvó la vida en esa tarde calurosa en la ciudad de Oaxaca, mientras esperaba mi autobús.

Monday, March 10, 2008

Freezing to death

Cuando íbamos camino al MX Beat, yo no tenía idea de lo que me esperaba en esos dominios polvosos y desiertos. En cuanto abrieron las puertas del coche mi boca se llenó de tierra, casi se sentía como cuando se te mete arena a la boca, muerdes y sientes los granos entre los dientes. Pero el polvo era escurridizo, se metía por todos lados, se impregnaba a la poca piel que quedaba al descubierto, se enredaba en el cabello, se agarraba de las manos, se metía en las uñas. “Me van salir mocos negros”, fue lo primero que pensé metiéndome un dedo a la nariz. Pero eso no fue lo peor, el frío fue de lo más insoportable que haya vivido. Llegando al susodicho lugar en medio de la nada, teníamos todos nuestras gafas de sol y un pequeño suéter… por si las dudas. Pues hubiera dudado más. Conforme caía la noche el frío se hacía cada vez más penetrante, se metía en los huesos, llegaba aún más lejos que el polvo, hubiera preferido nadar en el maldito que polvo que sentir ese frío paralizador. La única salvación era meterse a la masa de gente que esperaba ver a las bandas programadas, ha sido la única vez que en lugar de sentir repulsión por estar tan cerca de gente desconocida me sentí protegida del viento que congelaba hasta las pestañas. Por algunos momentos me pude olvidar de dolor, del frío, del entumecimiento cuando subió Jarvis Cocker con su fabuloso look de nerd recién salido de Oxford. Increíble, indescriptible, emocionante, conmovedor. Creo que ha sido de los mejores front man que he visto, electrizante. Soy incapaz de dar una descripción detallada de lo que fue el concierto, no conozco las canciones ni recuerdo el orden, sólo recuerdo el sentimiento de emoción corriendo por mis venas, calentándome por algunos instantes. Después subió MIA al escenario con sus bellas piernas y sus miles de balazos. En ese momento tenía tanto frío que no disfruté de su espectáculo, ni de su culo porque estaba muy lejos y tuve la grandiosa suerte de tener siempre a un guey más alto que yo tapándome toda la vista, o la poca vista que tenía…

Para cuando llegaron los Beastie yo estaba más agotada por la lucha contra el frío que por el cansancio de los conciertos, pero supieron sacarme de mi sopor y lograron hacerme bailar con grandiosas rolas como “Intergalactic”, “Brass monkey”, “Sabotage”… pero faltó “Fight for your right”, hubiera sido fenomenal y me hubiera puesto a saltar un poco más para tratar de sacar alguna gota de sudor que me hiciera olvidarme del maldito puto frío, porque aunque fue un gran concierto y prendieron a la banda, el frío no dejó de calar hasta los huesos. En cuanto se dispersó la banda, ya no había cómo pelear, las fuerzas se habían ido por completo, el sueño y el hambre hicieron de las suyas y me pusieron de un humor execrable que el pobre pequeciento tuvo que soportar… como suele suceder. Pero una vez con nuestras chamarrotas y en el auto, logré quedarme dormida y dejar de pensar en que ya no sentía mis pies ni mis manos mientras el Maza tenía que lidiar con su paranoia: podríamos morir congelados si nos quedábamos dormidos… Yo morí durante todo el camino de regreso, incapaz de despegar un ojo o decir palabra alguna, al llegar a casa, aún con la boca llena de tierra, sin haberme sonado, lo primero que pensé fue: “Me van a salir mocos negros”.

Monday, March 03, 2008

Back

Después de una larga ausencia he vuelto a la virtualidad. Me es difícil escribir, mis dedos son torpes, mi mente no recuerda las teclas, olvidé mis códigos para entrar. Cuando se te olvida tu código es porque realmente has estado lejos por mucho tiempo. Tener internet en tu propia computadora es como tener una buena pluma fuente para escribir. Hasta que no se tienen todas las herramientas no se puede empezar. Ahora no hay excusas, he vuelto a la virtualidad.

Lo único que aún no sé cómo manejar es el saber que hay ojos recorriendo estas líneas. Es un poco estresante, es mi peor miedo, por eso no escribo, por eso me hago siempre bien pendeja con esto de la escritura. Pero cuando veo toda la mierda que hay en el mundo editorial, aunque yo escriba mierda seguro podré publicar teniendo los contactos adecuados… así funcionan las cosas. Todo es una mierda, vivimos, comemos, respiramos, escuchamos, leemos mierda. Pero en fin, hay cosas que sobresalen y le hacen a uno el día feliz, o por lo menos soportable.

Pues sí, estaré de regreso por estos lares, intentaré dar noticias más seguido.

hasta pronto